El apego en la infancia

El apego es el vínculo afectivo que se establece el bebé en un primer momento con sus cuidadores principales, convirtiéndose en una de las principales necesidades biológicas que existe para el ser humano durante la primera infancia. El apego cumple un rol clave en el desarrollo psicológico del niño, en la formación de su personalidad en el sentido que da al niño la seguridad, autoestima, confianza, autonomía y efectividad para enfrentar el mundo, y forma las bases del modelo a seguir en sus relaciones interpersonales a lo largo de su vida.
   

El experimento de “la mona de pelo y la mona de alambre”, demuestra que la necesidad de contacto físico, de consuelo, de apego es igual de importante o más que la necesidad de comida.  El pediatra español, Carlos González aclara que un hijo quiera estar con su madre no es porque quiera comida, sino más bien, significa que el niño quiere cómoda, sí, pero también quiere a su madre porque tienen una relación especial y necesita estar con su madre y es una necesidad básica tan importante como la comida. Son dos cosas distintas.

Fases del Apego:

Este vínculo emocional es consecuencia de la conducta que muestran los padres o cuidadores principales al atender esos montemos donde los niños se sienten o expresan algún malestar y se desarrolla específicamente en cuadro fases, siguiendo la siguiente evolución durante los primeros años:
  • Fase 1 (0–2 meses): El bebé aun no discrimina y acepta de quién venga todo lo que le genere comodidad, de forma indiscriminada.
  • Fase 2 (2-7 meses): La sociabilidad de nuestro hijo se produce de manera más discriminada y de algún modo distingue aquellas personas que le resultan familiares, dirigiéndose de manera especial hacia la figura con la que tienen apego principalmente; es decir los padres o cuidadores.
         Tanto en la fase 1 como en la fase 2, el apego está en proceso de construcción.
  • Fase 3 (7 meses - 3 años): Aparece el apego propiamente dicho. El bebé busca de manera activa la “figura de apego” y la utiliza para sentirse seguro a la hora de explorar y como protección. En esta fase existe ya un apego especifico, que se caracteriza por el dolor ante la separación y la angustia ante las personas desconocidas. Por ejemplo, a partir de los 8 meses es normal que el bebé proteste cuando su madre desaparece de su vista y en torno a los diez observamos que nuestro hijo muestra miedo hacia los extraños.
  • Fase 4 (A partir de los 3 años): El apego está asociado a una meta y ya no existe miedo ni dolor ante la separación del cuidador. Tu hijo podrá entender de alguna manera los sentimientos y motivos de la persona que tiene delante y también podrá hacer cosas para influir en ellos: hablar, llorar, moverse, abrazar… Por ejemplo, si vas a salir, pero le cuentas a dónde vas y cuándo volverás, lo más normal es que tu hijo se sienta seguro en tu ausencia.

Tipos de Apego:


La calidad o tipo de apego de los hijos está determinada por la manera c
ómo sus padres/cuidadores principales tienden a calmar la mayoría del tiempo los diversos malestares que pueden sentir o vivir sus hijos. Es decir, el apego es una relación afectiva estable, duradera e íntima, que se forma en miles por no decir millones de momentos en donde un niño expresa sus necesidades de ayuda y lo que los padres hacen con ese malestar.  Para poder generar un vínculo afectivo correcto durante los primeros años de vida de tu hijo, es importante identificar estos tipos de apego, que según los especialistas son: 

Apego seguro:

El apego seguro, está caracterizado por la incondicionalidad: el niño sabe que sus padres o su cuidador no va a fallarle. Se siente querido, aceptado y valorado, pues sus padres han sabido satisfacer sus necesidades en las diferentes etapas de desarrollo a través de la empatía, la disponibilidad y la sensibilidad. Cuando los padres consuelan a sus hijos cuando llora, le hacen caso, le respetan, le integran a la familia, le demuestran su cariño, generaran un apego seguro. OJO: Apego seguro no significa que los niños no lloren, no tengan celos, o no hagan rabietas, pues es inevitable que eso pueda suceder en algunas ocasiones, todo eso es normal y ustedes como padres deben aprender a enfrentarlos de la mejor manera posible.

Los padres de un niño con apego seguro tienden a jugar más con su hijo, reaccionan con más rapidez para atender las necesidades de su hijo, son más receptivos y conscientes. El pediatra español, Carlos González, señala que el apego depende de cómo le trata una madre o la figura de apego a su hijo durante el primer año de vida, y cuando el niño sabe que sus necesidades serán satisfechas y que cuando lloran le consolaran, desarrolla un apego seguro. Además, aclara que al decir ‘sus necesidades son satisfechas y le consolarán’, no significa lo mismo que le darán todo lo que quiere, ni significa que estarán en brazos todo el tiempo, ya que es posible hacer caso de un niño sin cogerlo en brazos.

 “Los niños con apego seguro, son niños con más iniciativa, que exploran y adquieren con mayor facilidad sus oportunidades de aprendizaje y conocimiento. Asimismo, se enferman menos y sanan más rápido, ya que su sistema inmunológico funciona mejor” (Mónica Kimelman. Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Sur de la Facultad de Medicina de la U. de Chile).

Un niño con apego seguro es activo, interactúa mejor con el entorno, tiene una buena conexión emocional con la figura de apego. Y, sobre todo, es un niño feliz, menos agresivo y más maduro. En su vida adulta, tienden a ser personas emocionalmente más estables y coherentes; que confían en sí mismos y en los otros; y que acostumbran a establecer vínculos de apego profundos, duraderos, de confianza y en general, a relacionarse con naturalidad. No les supone un esfuerzo unirse íntimamente a las personas, no les provoca miedo el abandono y no les preocupa estar solos, porque crecen con una buena autoestima.

Apego inseguro:

En cambio, un niño con apego inseguro es el que pide y pide. Sus necesidades no son cubiertas del todo satisfactorias, como consecuencia de la falta de empatía y sensibilidad que tiene su cuidador o sus padres. Esto muchas veces ocurre por haberse sentido ignorados o porque aun habiéndoselos tenido en cuenta, sus cuidadores han adoptado pautas educativas inconsistentes, dependientes de sus estados de ánimo y de sus propias necesidades. Se pueden generar las siguientes situaciones:
  • Apego de tipo Evitante: se trata de un tipo de desapego emocional, se generan en el núcleo familiar cuando su cuidador principal no está disponible de forma reiterada, o rechaza al niño, o cuando se acerca al niño y no esta emocionalmente estable. En este caso el niño se adapta a la relación evitando la proximidad y ocultando sus sentimientos de malestar y de necesidad. Es como si el cuidador principal no disfrutara estar con el niño y este siente esa falta de conexión, por lo que ni siquiera intenta hacer algo, convencido de que ni siquiera vale la pena intentarlo, como consecuencia aparta a la gente.
  • Apego de tipo Ambivalente: se genera debido a la inconsistencia en las habilidades emocionales de sus cuidadores y no les ofrecen una confianza consistente en sus respuestas, se vuelven ansiosos e imprevisible en sus relaciones emocionales (en ocasiones se muestran cariñosos, cercanos y en otros fríos o insensibles). Los niños tratan de acercarse a su figura de apego, pero al mismo tiempo, desconfían y sienten un dolor tan profundo que manifiestan a través de la rabia y que les convierte en niños sumamente irritables y muy difíciles de consolar.
  • Apego de tipo Desorientado-Desorganizado: sin duda, el más grave de todos. Se genera como consecuencia de reacciones imprevisibles de los cuidadores principales y que son independientes del comportamiento del niño. El niño percibe a sus padres como figuras atemorizantes ya que éstos, adoptan estrategias de cuidado totalmente incoherentes. Por ejemplo, estos niños en una situación extraña, no tienen un patrón claro de comportamiento, sino que tan pronto manifiestan una conducta de apego muy fuerte, lo evitan, se paralizan o se retraen. Oscilan entre la angustia, la búsqueda de respuesta emocional en su figura de apego, el enfado, la evitación y el alejamiento.
El apego inseguro, conduce a los niños a la construcción de una de identidad poco definida y fragmentada, revestida de tristeza y fuertes sentimientos de soledad. En su vida adulta, acostumbran a ser personas con una baja autoestima, que esperan poco de la vida, con serios problemas en su interacción con los otros. Viven arraigados a la seguridad, temiendo su autonomía e independencia, y fácilmente experimentan episodios de ansiedad cuando creen estar siendo amenazados los vínculos que satisfacen su apego.


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